Caesar es mi amor, pero es un secreto, un secreto entre
tú y yo. Conocí a Caesar una mañana de lluvia en una biblioteca, éramos
compañeros de trabajo y nos conocimos por primera vez. Ese día tan siquiera le
miré, no era la clase de hombre en el que yo me suelo fijar, hablaba torpe,
evitaba mi mirada cuando hablaba y tenía una seria pero interesante obsesión
por el mundo egipcio, era lo único de lo que no paraba de hablar. Yo lo escuché
en silencio alegando que no sabía nada sobre el tema pero él parecía emocionado
hablando sin parar y lo dejé, ¿quién era yo para decirle que no? Con este
inicio tan aburrido quien podría imaginar el final, yo no. Caesar es mi amor
pero le dejé marchar. Poco a poco descubrí que no podía evitar mirarlo sin
parar, que no podía evitar que su sonrisa me hiciera vibrar. Puse mi todo en
sus manos y me dejé llevar, con miedo, pero me dejé llevar, nadie sabe si el
destino estaría a mi favor esta vez y le devolví la sonrisa, la mirada
cómplice, el abrazo y los besos, muchos besos. Caesar es mi amor pero él no lo
sabe y yo le entregué todo. El capricho y las ganas quisieron que compartiéramos
más que un inocente roce y un beso apasionado a media noche. Y cuando todo
acabó, Caesar me abandonó. Me dejó a la deriva, sola y sin él. Caesar me hizo
daño, me hundió y no volvió. Y aun así ES y no ERA mi amor. Aún así sigo esperando su vuelta aquí porque Caesar es mi amor y mi amor lo es todo.
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