martes, 24 de abril de 2012

BV 1: Ovejas de un mismo rebaño.


Nicole me dijo una vez que lo que es verdaderamente fácil, lo realmente previsible es lo que está en nuestra lista de cosas sin importancia. Todas esas cosas que no hacemos simplemente porque nos importan una reverenda mierda. A todas ellas le ponemos una excusa que ha oídos de los demás tiene sentido pero que en el fondo ni nosotros mismos sabemos cómo convivir con ella. Pero bueno, no puedo decir que lo que Nicole me contase estaría bien ya que entonces abría que catalogarla como persona en vez de personaje y eso dado a los años de experiencia no tendría ningún sentido; sería como insultar a Platón y a Aristóteles diciéndoles que la Tierra no es redonda sino cuadrada. Dejemos de lado todo esto, volvamos a la realidad. Al momento clave donde comienza la acción. Al veinticinco de Octubre, fecha que con el tiempo empezaría a cobrar un sentido importante en mi vida, más de lo que yo podía creer.

Llueve.
Estamos a mediados de otoño así que en una ciudad tan fría como New Hampshire el hecho de que llueva y de que los arboles se queden; vamos a variar un poco para marcar estilo, calvos; sin pelo, es lo más natural del mundo.

La afirmación del principio todavía no está científicamente probada por mi sino mas bien es una suposición, un augurio; un muy mal augurio. No me he molestado ni en moverme un centímetro para ir a comprobarlo. Por ganas que no sean, por supuesto pero como siempre me puede más la modorra que la curiosidad. Todos debéis conocer ese dicho tan popular de la curiosidad mato la gato pues en mi caso es al revés yo mate a la curiosidad.
Son las 11:45 de la mañana y desde mi estado profundo de simulada soñera no paro de maldecir que mi habitación no sea a prueba de ruidos o en otras palabras insonorizada. Así tal vez dejaría de escuchar la que se tienen montada mis padres abajo con mi hermano el revolucionario que todavía no sabe distinguir entre entrar de puntillas y entrar tirando cosas por el camino. Llevan dando vueltas a lo mismo desde hace dos horas, están intentando convencerlo de que salir a hurtadillas por la ventana de su habitación es algo poco ético y para mejorar la situación meten a una pobre infeliz; que no está allí presente para defenderse de futuras acusaciones, en el eje de la discusión, es decir, a mí. Al final terminan él y papá a grito pelado y mamá por otro lado intentado establecer la paz mundial. Por si el vecindario no tiene suficientes chismorreos con los que lidiar últimamente. Aquí las noticias no corren, ja, si el problema no es ese, la cuestión es que vuelan a la velocidad de las partículas de la luz o lo que pasado a cifras seria 300.000 kilómetros por segundo. Así que calculando así por lo arriba, todos aquellos que viven a mas de tres kilómetros a la redonda ya deben saber que en mi casa el ambiente esta caldeado. No, no soy una genio en Matemáticas, es mas soy de esas que tienen un 99,9% de probabilidades de suspender cuando de números se tratan. Pero se me acaba de ocurrir una idea brillante que podre utilizar para embellecer mi dos sobre diez en Cálculo y es utilizando la nombrada por mi desde este momento ‘Teoría del uso razonable de las Matemáticas aplicadas a casos infructuosos´ ¿En qué consiste? Pues muy fácil, utilizo el cálculo de probabilidad para demostrarle a mamá de que tengo posibilidades de aprobar de aquí a final del curso, si el profesor no me tuviese en la mirilla.

Al final me doy por vencida, está claro que en esta casa nadie me quiere dado que no piensan en lo importante que es para mí dormir más de ocho malditas horas. Así que cuando me destapo la cabeza lista para poner los pies en la tierra intento que mi karma se estabilice para no empezar a bombardear a Evan con insultos. No lo hago porque no quiera, si por mi fuera el no existiera, más que nada porque no para de preocupar a mamá y a papá con su estúpido comportamiento de adolescente con hormonas fuera de control que quiere demostrarle al mundo que es un adulto con la mente de un niño que todavía no sabe diferenciar entre lo que está bien y lo que está mal.

Bajo las escaleras hasta encontrarme con mi familia al completo en la sala principal. Creo que se me olvido comentar que todos me miran con cara de pocos amigos. Parecen leones preparados para atacar a indefenso ciervo; es decir, yo.

—Buenos días—Saludo fingiendo una sonrisa.

Papá es el primero en contestar. El pobre esta tan tenso después de la discusión con el idiota integral de mi hermano que se olvida sonreír. Y como siempre Evan aprovecha mi entrada en acción para escaquearse de más charlas interminables y subir las escaleras a su habitación donde se pasara el resto del día de puerta cerrada. Al pasar por mi lado le hago la zancadilla y el muy tonto tropieza, me mira con el ceño fruncido a lo que aprieto los labios y sonrió con malicia. Es mi venganza personal. Así  recordara la próxima vez que quiera desaparecer a altas horas de la noche y volver a las nueve de la mañana que no debe entrar lanzando cosas.

Mis padres siguen tan envueltos en su nebulosa en la que su única preocupación es Evan que no se dan cuenta de que su hija también está en la habitación. Paso directamente de ellos y me voy a desayunar. Hoy toca reunión en la torre del reloj. En realidad más que una reunión es una forma de escaquearse de hacer los trabajos de casa los sábados. La inventamos Rachel y yo cuando íbamos en segundo y hasta próximo aviso seguía vigente. Para nuestros padres era una forma de que sus hijos se integraran y formalizaran sus relaciones amistosas así que nos permitían hacerla siempre y cuando fuéramos adultas responsables y prometiéramos ante la ley; es decir ellos, no invitar a chicos. Lo cual para mí no era ningún inconveniente dado que todavía  no sentía ninguna especie de atracción hacia el sexo opuesto. Después de darles muchas vueltas llegue a la conclusión de que debía ser porque tenía un hermano un año menor y sabia que los chicos eran unos completos I.I. (Idiotas integrales) Además también estaba el hermano de Rachel, Matt el cual yo consideraba otro hermano mas. Matt era un año mayor que yo, nos conocemos desde que su familia se mudo a nuestro barrio en New Hampshire hace cinco años. En aquel entonces Rachel y yo teníamos trece años y él catorce. Íbamos juntos a todas partes. Jugábamos cartas donde como siempre yo ganaba a base de mentiras y trampas.

Cuando llegaba el verano nos juntábamos todos los días para ir juntos a las piscinas comunitarias y para hacer excursiones a las tiendas de gominolas. Pero como ha venido ocurriendo desde prácticamente toda la vida nuestros gustos e intereses cambiaron. A Rachel y a mi empezaban a interesarnos los chicos, ir de compras, los cotilleos; vamos lo que le suele interesar a una chica de quince años y a él los videojuegos, salir con los amigos los fines de semana de fiesta, beber, en fin para que continuar. No apruebo el comportamiento de Matt desde hace años como tampoco apruebo que mi hermano siga sus pasos. Matt me había decepcionado de tal manera que trataba lo menos posible de toparme con él.

Este era mi último año y el de Rachel en el instituto, el año que viene ambas íbamos a empezar la universidad. De solo pensar que me iba volver independiente y de que no iba a tener que aguantar nunca más numeritos como el de hoy salto de felicidad. Rachel y yo teníamos un plan. Uno que si todo iba como lo teníamos planeado y nadie se empeñaba en meter el pie iba a ir como la seda. Por supuesto no os lo voy a contar, la envidia corroe los huesos y hoy en día en esta sociedad no debes confiar ni en tu propia sombra porque hasta esta cuando menos te lo esperas y le des la espalda te puede traicionar.  

En definitiva y para terminar debéis acordaos aunque os resulte imposible de esta frase porque cuando terminéis el libro la vais a necesitar: Lo imposible también existe aunque no lo queramos ver.


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